El cuidadoso afán con el que se llevaron a cabo las restauraciones anteriores a 1979 posibilitó su inclusión en la elite del patrimonio mundial de la UNESCO, una privilegiada condición que sufrió un duro atentado a raíz del conflicto armado que asoló los Balcanes en 1991. Sin embargo, al terminar la guerra, fue la comunidad internacional la que se alzó en bloque para garantizar una vez más su protección. El espíritu de preservación y libertad ha perdurado así hasta la actualidad, y se puede afirmar que Dubrovnik es a día de hoy la obra más compleja, extensa e intrincada en cuanto a reconstrucción de patrimonio mundial se refiere.
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