
Brasil no alegró en la primera parte. El ‘o jogo bonito’ depende esencialmente de Ronaldinho y éste aún no parece estar en Alemania. Frente a una Australia trabajada minuciosamente por Guus Hiddink, los ‘brasileiros’ se dieron de bruces contra el muro canguro, formado a partir de concepciones futbolísticas que van desde las influencias de la Commonwealth al balompié total de Holanda pasando por el origen balcánico de varios de sus jugadores. Por eso el choque estuvo al 50 por ciento.
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