Tras 25 años de sanciones y conflictos, el Iraq es un sitio difícil y peligroso para ser niño. La generalizada falta de seguridad imperante a partir de la guerra de 2003 ha ido erosionando los servicios sociales, privando al país de doctores y maestros capacitados y ha fracturado a muchas comunidades pacíficas. Decenas de miles de niños y niñas han perdido a sus padres y madres y a sus hermanos y hermanas debido a la violencia. Un número cada vez mayor de niños no puede ir al escuela, sólo se vacuna sistemáticamente a la mitad de la población infantil en los establecimientos de atención de la salud y apenas un 40% disfruta de acceso permanente al agua potable. Más de 4 millones de iraquíes se han visto obligados a huir en busca de seguridad a otras partes del país o al exterior. La mitad de ellos se fue del Iraq antes de cumplir 18 años. Mientras que los niños y niñas en las gobernaciones kurdas de la región septentrional del país viven y crecen en situación relativamente más segura, sus pares de las zonas central y meridional necesitan que se les brinde apoyo con carácter urgente para garantizar su seguridad y proteger su futuro.
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