A la ciudad vieja (Stari Grad) puedes entrar por dos lugares, al oeste por la puerta Pile –que durante la República permanecía cerrada bajo llave durante la noche para evitar visitas no deseadas– y al este por la puerta Ploce. Ambas con sus puentes levadizos, sus cadenas y una estatua del patrón de Dubrovnik, san Blas. En cada entrada un cartel con el mapa de la ciudad señala los lugares exactos del casco antiguo que fueron dañados por las bombas durante la guerra de 1991.
Si accedes por el oeste (puerta Pile), lo primero que encontrarás es la fuente de Onofrio, una curiosa estructura poligonal abovedada, adornada con 16 máscaras por cuyas bocas mana el agua de la fuente. En esta misma plaza está la entrada al monasterio Franciscano (abierto de 9 a 16 h. Entrada libre). Lo más destacable es el claustro, del que los expertos dicen que es la obra románica más bella de Dalmacia. Fíjate en los capiteles, y en sus figuras de animales. Si en tu visita al claustro del monasterio te parece oler a rosas, no te sorprendas, al lado se prepara uno de los secretos de belleza mejor guardados: la crema hidratante de rosas. En la farmacia Mala Braca, fundada en 1317, hay de todo; nuestra recomendación: el agua de lavanda, la crema facial de limón y, cómo no, la de rosas.
Si accedes por el oeste (puerta Pile), lo primero que encontrarás es la fuente de Onofrio, una curiosa estructura poligonal abovedada, adornada con 16 máscaras por cuyas bocas mana el agua de la fuente. En esta misma plaza está la entrada al monasterio Franciscano (abierto de 9 a 16 h. Entrada libre). Lo más destacable es el claustro, del que los expertos dicen que es la obra románica más bella de Dalmacia. Fíjate en los capiteles, y en sus figuras de animales. Si en tu visita al claustro del monasterio te parece oler a rosas, no te sorprendas, al lado se prepara uno de los secretos de belleza mejor guardados: la crema hidratante de rosas. En la farmacia Mala Braca, fundada en 1317, hay de todo; nuestra recomendación: el agua de lavanda, la crema facial de limón y, cómo no, la de rosas.
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